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Extraña Pareja (cuento)
Cualquier similitud con hechos y personajes es pura mentira real

Había una vez un club del ascenso que como todos para solventar sus gastos recurría a métodos usuales y no tanto. Uno de los usuales era poner a vender en la entrada de socios una rifa de tres cifras en la que como primer premio se ofrecía una pelota oficial y como segundo una botella de whisky, el sorteo se realizaba en el entretiempo y los premios se exhibían sobre una mesita.
Ya anunciados los números favorecidos se anotaban en un reboque fino pintado de negro que hacía las veces de pizarrón.
Los encargados de la venta eran Coco y Tomás, dos tipos completamente distintos. Coco era de barrio pero todo legal, correcto y respetuoso al máximo, Tomás , viejo zorro, fuyero, timbero y cabrón total estaba en su salsa. Los premios en lo posible tenían que quedar "sin salir" hasta el final del campeonato, idea que no le agradaba a Coco pero era un café con leche para Tomás. Llegado el momento del sorteo y cuando Coco se distraía, Tomás colocaba en la bolsa bolillero los duplicados de los números vendidos, los de los no vendidos y los originales de los no vendidos, lo que aseguraba 950 números para la banca contra 50 posibles ganadores.
La maniobra fue detectada por un vago hincha de la zona, "el ruso" Strulavytzky, Trula para los amigos, que necesitaba urgente esa pelota para organizar rifas en los barrios y comprar camisetas para los equipitos que ahi competían.
Trula esperó hasta la última fecha, compró tres talonarios de distintos colores del 1 al 1000 y a cada numerito le hizo el garabato que dibujaba Tomás para garantizar la legitimidad. Se acomodó en la tribuna y esperó pacientemente el entretiempo donde la voz del estadio, el señor Gabriel E anunció : El ganador de la pelota, el número 352, ese día se usó talonario gris, así que Trula tomó el 352 gris y lo mas fresco se presentó a capturar el premio ante la alegría de Coco y el asombro de Tomás.
Ya con la pelota, Trula la puso en juego en las clásicas rifas de barrio en cartulinas con los 100 cuadraditos donde los vecinos anotan su nombre y nunca nadie tampoco sabrá quien fue el ganador. Así con lo recaudado gracias a esas rifas compraron camisetas los de Villarino, los de Posedente, los de Baba, los de Pata, los de Soraci, y los de Oscar. Como la pelota nunca salió sorteada, el ruso que era muy vivo pero agradecido decidió hacer una obra de bien, llegada la noche colocó la pelota en una bolsa de red y le metió un voleo que la hizo caer bajo las plateas del club de la rifa con una notita que decía: Para Coco y Tomás. Así la primera fecha del nuevo campeonato la Pintier y el Old Smuggler volvían a lucir en la mesita. Ese día Trula no pudo verlos  porque lo esperaba de verdad otro golpe de suerte, fue a ver a Arsenal y en la popular le compró a un hombre mayor que vendía de a ratos maní, de a  ratos café, en otros momentos turrones, helados, jugos y también rifas, una tirita con 10 números por 1 peso que salió favorecida con el premio principal, un banderín del Arse.

Por : Miguel Sarfson

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